Jonhy Gallo es uno de ellos. Recorre calles, avenidas, plazas, parques. Su labor como inspector de la AMC comienza con la formación del personal en la Plaza Chica, ahí dispone las directrices a sus compañeros para realizar el control y socialización a los comerciantes del casco colonial.
“Pedimos a la ciudadanía respeto al momento de realizar nuestras actividades, somos funcionarios públicos y, sobre todo, detrás de nosotros está nuestra familia. Lo que hacemos es en beneficio de todos, por una ciudad ordenada”, expresó.
Los inspectores recorren en grupo de cinco miembros, acompañados del personal del Cuerpo de Agentes de Control Metropolitano. Su despliegue incluye ingresar a locales comerciales para verificar que los expendios tengan la Licencia Única de Actividades Económicas (LUAE), un documento que contiene la inspección de Bomberos, Salud, SRI, entre otros.
En el caso de los trabajadores autónomos en el espacio público, a los vendedores les solicitan el Permiso Único de Comercio Autónomo, que garantiza que el comerciante realiza su actividad respetando el orden público. Estas acciones son preventivas en problemas más complejos como el microtráfico.
La AMC tiene la potestad de inspección, instrucción, resolución, y ejecución en los procesos administrativos sancionadores, según la Ordenanza 321, que creó la Agencia.
Los inspectores también atienden, de manera inmediata, denuncias ciudadanas en caso de contaminación auditiva, personas arrojando escombros a las quebradas, control de armas blancas en el transporte y en el espacio público, permisos de construcciones, libadores en la vía pública, entre otros.
Blanca Sánchez es una trabajadora autónoma que vende vestimenta para animales de compañía en el Centro Histórico. Ella ve como algo beneficioso que los inspectores socialicen las normas y criterios de convivencia a los comerciantes. “Tenemos que respetar a los funcionarios, pues también hacen su trabajo. Debe existir la colaboración entre todos por una mejor ciudad”, dijo.